La evolución hacia la empresa-red y la fragmentación del trabajo que se deriva incrementa el número de personas trabajadoras autónomas con relaciones intermitentes entre varios empleadores y con sus posibles compañeros de trabajo. En este contexto emergen los «colectivos de autónomos» o «colectivos de independientes» en contraposición a la narrativa de que los trabajadores autónomos están aislados entre sí. Estos colectivos organizan luchas contra los algoritmos, luchas por los derechos laborales, mutualizan recursos materiales y digitales e incluso se presentan al mercado bajo una marca unificada sin ser una empresa. Al ser formas emergentes de organización, se enfrentan a retos acerca de su reconocimiento como actores en el diálogo social e incluso se les acusa de actuar como cárteles bajo el prisma de la libre competencia. Si bien sus formas actuales es probable que no sean las formas definitivas, podemos intuir que los «colectivos de autónomos» tienen y tendrán un papel relevante para definir las formas de trabajar y de vivir en el futuro.
La economía colaborativa ha emergido con mucha fuerza en una amplia diversidad de sectores productivos (movilidad, turismo, finanzas, etc.). Esta aproximación colaborativa está demostrando ser eficiente desde un punto de vista de gestión del negocio, a la vez que ofrece oportunidades de intercambio de valor a los ciudadanos (dotándolos de mayor autonomía) y reduce la huella ecológica en muchos casos. Pero incluso con estas virtudes difíciles de negar, conviene revisar con una mirada crítica y constructiva si las empresas de economía colaborativa están también ayudando a cambiar los valores de la sociedad o si solo se limitan a hacer el capitalismo más eficiente. Para el análisis en este artículo: a) discriminamos la amplia diversidad de actores de la economía colaborativa según su propósito, y b) presentamos tres líneas de exploración que han ganado interés en el último año (Sharing Business Model Compass, el cooperativismo de plataforma y la economía colaborativa procomún). Estamos ante un momento crítico para acompañar la evolución de la economía colaborativa hacia su mejor versión posible. Es un tema complejo que no debe ni puede ser simplificado.