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¿Cuál es el futuro de la productividad?
Antonin Bergeaud, Gilbert Cette

La productividad ha ido desacelerando en las economías avanzadas durante varias décadas, y los incrementos potenciales de productividad actuales se encuentran entre las más bajas observadas en más de un siglo, a excepción de en tiempos de guerra. A esta desaceleración general se añade una caída en Europa en comparación con los Estados Unidos, que se intensificó después de la pandemia. Con los inicios de una masiva propagación de la inteligencia artificial (IA), sus efectos sobre la productividad aumentan las esperanzas de una nueva revolución industrial, a pesar de que las estimaciones macroeconómicas actuales parecen decepcionantes.

 

La reciente desaceleración es el resultado de factores duraderos pero transitorios vinculados a la crisis financiera y al retraso en el despliegue de nuevas tecnologías. Sin embargo, especialmente en el contexto del choque entre la crisis de la COVID-19 y el aumento de los precios de la energía, no se puede conseguir una recuperación de la productividad sin políticas que faciliten la reasignación de factores de producción, la adopción efectiva de tecnologías relacionadas con la IA y la transición energética. Una reforma de las instituciones europeas parece esencial para animar a las empresas a asumir más riesgos y lograr medidas críticas, especialmente en el sector digital.

 

Si la productividad no se acelera en la próxima década, se plantearán grandes dificultades para financiar grandes retos como la transición climática, el envejecimiento de la población y el desapalancamiento. Entonces será difícil responder a las expectativas de mejoras en el poder adquisitivo, de las cuales las mejoras de productividad siguen siendo la única fuente de financiación sostenible a media plazo.

Decrecimiento: una propuesta para fomentar una transformación socioecológica profundamente radical
Federico Demaria

Para una estrategia de recuperación sostenible post-Covid-19, la humanidad se enfrenta a dos grandes desafíos: 1. Prosperidad justa: La creación de una economía resiliente y justa que ofrezca prosperidad para todos; 2. Salud pública y planetaria: proteger la salud humana, junto con la reducción de los impactos ambientales por debajo de los umbrales de los límites planetarios, incluidas las emisiones de gases de efecto invernadero. La crisis del Covid-19 podría representar una oportunidad para respuestas que integren diferentes objetivos, o un inconveniente si se priorizan algunos sin considerar sus impactos en los demás. Se necesitan nuevos tipos de soluciones informadas para garantizar la sostenibilidad a largo plazo en términos sociales, económicos y ambientales. Este artículo aborda la cuestión de investigación: ¿Cómo podrían los países desarrollados gestionar una recuperación sostenible que proporcione una buena vida para todos dentro de la salud pública y planetaria? En primer lugar, argumenta que el crecimiento económico no es compatible con la sostenibilidad ambiental. El keynesianismo verde se basa en la hipótesis de que el crecimiento económico puede desacoplarse de los impactos ambientales, pero esto no ha sucedido y es poco probable que suceda. En segundo lugar, introduce el decrecimiento como una alternativa al crecimiento verde. El decrecimiento desafía la hegemonía del crecimiento económico y exige una reducción redistributiva democráticamente dirigida de la producción y el consumo en los países industrializados como un medio para lograr la sostenibilidad ambiental, la justicia social y el bienestar. En tercer lugar, traza la evolución reciente del término decrecimiento, de un eslogan activista a un concepto académico. Por último, pide una alianza de alternativas que puedan fomentar una transformación socioecológica profundamente radical.

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