En busca de la pluralidad perdida
Desde una perspectiva a veces autobiográfica, otras mediante momentos clave en la disciplina, el artículo reflexiona sobre la historia de la despluralización de la economía. Lo hace mediante un viaje a través de tres ciudades y tres décadas diferentes en la enseñanza de la economía y contando cinco historias.
This article reflects on the history of the loss of plurality in economics, from an autobiographical perspective and with regard to some of the key moments in the discipline. To do so the article embarks on an exploration of economics learning in three cities at three different periods, telling five stories.
En los últimos años, como consecuencia de la crisis económico-financiera global, ha surgido un debate sobre el papel de los economistas y las universidades en cómo enseñar economía. ¿Qué economía estamos enseñando a los estudiantes? ¿Qué papel ha tenido la teoría económica y su enseñanza en construir modelos económicos que se han demostrado fallidos? Han sido preguntas que se han debatido intensamente en las facultades de economía y fuera de ellas. Uno de los puntos más debatidos ha sido si el problema radica en la falta de pluralidad de enfoques a la hora de enseñar la disciplina. Muchas de las intervenciones en estos debates enmarcan esta falta de pluralidad en un contexto muy concreto, el actual y en relación con la crisis económica. Pero el objetivo de este artículo es diferente. El debate sobre el pluralismo tiene más de cuarenta años de existencia y es precisamente esto lo que este artículo pretende revisar. Desde una perspectiva a veces autobiográfica, otras mediante momentos clave en la disciplina, el artículo reflexiona sobre la historia de la despluralización de la economía. Lo hace mediante un viaje a través de tres ciudades en tres décadas diferentes en la enseñanza de la economía y contando cinco historias.
Empezamos el viaje en la Barcelona olímpica de los años noventa, cuando entré en la facultad. Todavía se estudiaba la licenciatura de Ciencias Económicas y Empresariales, donde en segundo curso elegías si querías hacer empresa (ahora ADE) o economía general (ahora Economía). La minoría que elegimos Economía General estábamos motivados por comprender cómo funciona el mundo económico y aprender cómo podíamos transformarlo, cómo podíamos acabar con el desarrollo desigual entre países o con el paro, por ejemplo. No mediante grandes ideologías, sino mediante el conocimiento económico.
Fuimos la última promoción del plan de estudios de cinco años. Lo que nos encontramos fue una disciplina coherente y compacta alrededor de un paradigma teórico, la economía neoclásica. De las veinticinco asignaturas anuales, dos tercios estaban enfocadas desde esta aproximación, ya fuera la síntesis neoclásica o la nueva macroeconomía. Durante los diferentes cursos, a veces entrábamos a fondo en la teoría; en otros aprendíamos sus aplicaciones, sus metodologías o nos servía de marco para analizar la realidad. En todas las asignaturas, los exámenes normalmente seguían una estructura similar: demostrar que habíamos aprendido la teoría y la sabíamos aplicar contestando preguntas con una sola respuesta válida, modelizando, utilizando las metodologías o resolviendo problemas con lo que habíamos aprendido. Rara era la ocasión en que se confrontaban diversas posiciones teóricas fuera de la ortodoxia neoclásica, como mucho algún pequeño contraste con el neokeynesianismo.
El tercio restante, en mayor o menor medida, eran cursos que contenían diferentes paradigmas teóricos. Seguramente, el grado de pluralidad que ofrece un tercio de las asignaturas que versan sobre diferentes visiones de cómo entender la economía es muy superior al que ofrecen los planes de estudio desarrollados a partir de mediados de los años noventa del siglo pasado. De todas formas, las asignaturas en las que veíamos perspectivas diferentes a la ortodoxia estaban incrustadas en el plan de estudios de una manera un tanto especial. En sociología, por mucho que estudiáramos cómo Durkheim, Weber o Marx entendían la economía, era sociología, no economía; y lo mismo podríamos decir de la economía ecológica: era ecología, no economía. Las historias no solo no eran economía, sino que visto el momento en que estábamos en la facultad, la caída del Muro de Berlín y la firma del Tratado de Maastricht reafirmaban que otras visiones de la economía eran cosa del pasado. Introducción a la economía e Historia del pensamiento económico reforzaban (a veces involuntariamente) uno de los betsellers de la época, El final de la historia, de Francis Fukuyama (1992): después de Smith, Ricardo, Marx, revolución marginal, Keynes, síntesis neoclásica, nueva macroeconomía. En cada período, una escuela de pensamiento. Si en las facultades de economía de los años setenta, estudiar economía era estudiar economía política, en los noventa, la economía política estaba marginada. Del giro cultural y posmoderno que inundaba las otras ciencias sociales ni hablar. Finalmente, Desarrollo económico iba desapareciendo de los programas universitarios y era sustituida por Crecimiento económico. En resumen, estas asignaturas, para la mayoría de profesores que tuve y muchos de mis compañeros de promoción –salvando honrosas excepciones–, no eran parte de la disciplina de economía (economics), no eran ciencia y, por tanto, no definían la economía.
Así que si querías aprender otras maneras de entender la economía o interrogarte hasta qué punto la teoría económica que marcaba la disciplina generaba más preguntas que respuestas solo te quedaban dos alternativas. Una de ellas era marchar a estudiar economía a otro sitio (no necesariamente del país). Así que, unos años más tarde, hice un máster en Economía en un departamento de geografía, lo que nos lleva a la siguiente parada, Manchester a principios del siglo xxi.
Como economista y estudiante de economía lo primero que me sorprendió fue cómo estaban planteadas las diez asignaturas del curso. En cada una de ellas tratábamos un objeto de estudio desde perspectivas teóricas, metodológicas o empíricas; en cada una se nos presentaban las diversas teorías y enfoques existentes sobre el tema en cuestión. Estos podían ser economía ortodoxa, institucionalismo, marxismo, postestructuralismo, feminismo, ecología política, etc. No se trataba de separar lo que era economía o la teoría de ninguna disciplina en particular. Tanto en clase como en los exámenes se trataba de comprender las diferentes aproximaciones, contrastarlas y ser capaces de posicionarnos con argumentos académicos dentro de los debates, independientemente de la posición teórica del profesor. Es decir, el pluralismo formaba parte del currículum del estudiante, no solo para conocer la variedad de aproximaciones al estudio de la economía o la geografía. El pluralismo era parte del método de aprendizaje: conocer las diversas posiciones, analizar críticamente las diferentes teorías (incluidas tanto la posición del profesor como la propia) para que el estudiante fuera capaz de construir su propia visión de la economía, ser consciente de sus ventajas pero también de sus limitaciones y ser capaz de dialogar y debatir con diversas visiones. A raíz de estas dos historias personales, podríamos pensar que la falta de pluralismo es un hecho local. Para averiguarlo, en la siguiente sección nos dedicaremos a comparar.
Contrastando con mis compañeros de universidad que estaban estudiando másteres en Economía constaté que la economía se enseñaba en ambos países de forma similar y que generaba los mismos problemas y soluciones. De hecho, en Manchester, en la segunda década del siglo xx encontramos un ejemplo de la segunda alternativa al estudio plural de la economía: la autogestión. Los estudiantes de economía de la Universidad de Manchester, que habían entrado en el grado justo durante los años del estallido y la parte más dura de la crisis (2008-2011), crearon la Post-Crash Economics Society1 en 2012. En su auto fundacional, que consta en su página web, nos explican el porqué:
«Nos inspiró empezar la sociedad cuando oímos sobre la conferencia del Banco de Inglaterra de 2011: Are Economics Graduates Fit for Purpose? En este coloquio, economistas muy destacados de la esfera pública y privada vinieron a debatir si se estaba enseñando a los graduados en económicas las cosas correctas vista la crisis financiera. Esta conferencia, de una magnitud casi sin precedentes, tuvo repercusiones globales. Sin embargo, mientras la conferencia tenía lugar, sus efectos en el currículo fueron mínimos. No se pensó inmediatamente que el crash implicaba un nuevo enfoque dentro de la economía. No obstante, el Banco de Inglaterra puso en duda esta conclusión.
La economía que estábamos aprendiendo parecía separada de la realidad económica a la que el mundo se estaba enfrentando y estaba desvinculada de la crisis que a muchos de nosotros nos había hecho interesarnos por la economía desde el principio. A través de nuestra propia investigación, empezamos a aprender más sobre economía. Examinamos cómo es que la disciplina comenzó a ser dominada por un cierto tipo de teoría económica, a menudo referida como neoclásica, a costa de otros enfoques. Se decidió montar una sociedad que debía traer el debate a Manchester».
El nacimiento de la Post-Crash Economics Society tuvo un impacto internacional muy importante, hasta el punto de que llegó a ser portada del Financial Times, y nexo entre movimientos como el 15M o Occupy Wall Street y estudiantes de las facultades y departamentos de economía de medio mundo. Pero no fue un movimiento nuevo. En el año 2000 apareció en la Sorbona el movimiento postautista2 que reclamaba también la pluralidad en la enseñanza de la economía. Hace veinte años, en Bellaterra nació un movimiento similar en torno a unos seminarios de estudiantes en los que, en nuestro tiempo libre, estudiábamos la crítica a la economía ortodoxa y sus alternativas, y que acabó convirtiéndose en el Seminario de Economía Crítica Taifa3. Y hace casi cincuenta años nació la Union for Radical Political Economics4 en Estados Unidos. Y es en este momento del tiempo, en Boston, a donde nos trasladamos.
La enseñanza de economía no ha estado siempre cerrada al pluralismo, ni dominada por las aproximaciones neoclásicas. De hecho, desde los años de posguerra hasta los años sesenta, a pesar del dominio de las posiciones keynesianas, la enseñanza de la economía y las facultades de economía reflejaban un elevado grado de pluralidad. Un ejemplo de la diversidad de posiciones dentro de la disciplina fue el debate teórico conocido como la Controversia de Cambridge. Consistió en un intercambio y discusión entre economistas poskeynesianos radicados en la Universidad de Cambridge (Reino Unido) y neoclásicos en el MIT de Boston, localizada en Cambridge, Massachusetts (Estados Unidos). Los economistas del Cambridge británico hicieron una crítica punzante a la teoría neoclásica del capital que, de ser cierta, invalidaba partes importantes de dicha teoría. Fue una discusión muy abstracta y matemática5. Pero más que el debate en sí, lo sorprendente fue el final. Aunque los principales participantes del Cambridge estadounidense aceptaron la crítica, en términos generales se ignoró, y en pocas universidades estadounidenses, británicas o españolas se explica el debate y lo que implica para los modelos que se enseñan actualmente en las facultades de economía (Barceló, 1998).
Paralelamente al final de la Controversia de Cambridge, ocurrió un hecho poco conocido pero clave en el Cambridge estadounidense, esta vez en Harvard. Georgios Kallis (2014) lo explica brillantemente6. En resumen, Kallis nos cuenta que en 1968 unos jóvenes economistas crearon la Union for Radical Political Economics (URPE), que, como la Post-Crash Economic Society, el movimiento postautista o Taifa, consideraban que la economía que se enseñaba no servía para mejorar la vida de la mayoría, sino como medio para conseguir y legitimar los objetivos de las élites. La URPE estaba liderada por jóvenes economistas de Harvard (Cambridge, Massachusetts). En 1973, uno de los miembros más brillantes de URPE, Sam Bowles, optaba a una plaza fija en Harvard. A pesar de tener el apoyo de economistas tan reputados, y en ningún caso radicales, como John K. Galbraith (presidente de la American Economic Association), Albert Hirschman, Wassily Leontief (premio Nobel en 1973) o Kenneth Arrow (premio Nobel en 1972), la mayoría de los profesores de la facultad votaron en contra. En poco tiempo Galbraith se jubiló y los otros tres economistas sénior abandonaron Harvard. Como argumenta Kallis (2014, pág. 164): «La negativa a dar un puesto a Bowles y la salida de Leontief, Galbraith, Hirschmann y Arrow puso fin a las célebres batallas en la Facultad de Harvard entre moderados y conservadores, no solo acerca de los puestos de profesor, sino también sobre la gobernanza de la universidad y el papel de los estudiantes». Statu quo que no fue puesto en cuestión hasta noviembre de 2011, cuando un grupo de estudiantes abandonaron la lección magistral de Gregory Mankiw.
Estas dos batallas, la Controversia de Cambridge y el conflicto en Harvard, dejaban claro, tal como Kallis afirmó (2014, pág. 141), que «la ciencia y la objetividad de la economía vino a ser definida no solo como formalismo matemático […] sino como una formalización de un tipo particular, basada en los denominados «supuestos neoclásicos», de un mundo formado por individuos egoístas que maximizan su beneficio personal. Esta visión preanalítica de un mundo de sujetos neoliberales se consideró neutral, mientras que las desviaciones respecto a estos supuestos se consideraron motivadas ideológicamente».
Hasta los debates actuales, la visión definida al final de la sección anterior ha sido la perspectiva hegemónica dentro de las facultades de economía. La primera consecuencia ha sido la despluralización de la economía y que los economistas que desarrollaban teorías diferentes, especialmente lo que se ha denominado economía heterodoxa, lo han tenido que hacer en facultades y departamentos de ciencias sociales (geografía, sociología, antropología o ciencias políticas, por ejemplo), en escuelas de negocio en el caso británico o en universidades de menor prestigio (como la Universidad de Massachusetts en Amherst o la New School). Este vaciado se ha hecho bajo argumentos de qué es ciencia y qué no lo es. En el fondo, estos argumentos han escondido debates más políticos que científicos sobre qué es y para quién trabaja la economía y, al hacerlo, las voces disonantes se han visto apartadas de los debates académicos. Estas preguntas –qué es y para quién– han estado presentes en otras disciplinas donde la pluralidad de enfoques ha llevado a una riqueza de debates y desarrollo de nuevas visiones para comprender la sociedad, ligando la teoría a la realidad cambiante. Mientras tanto, la economía continúa atascada.
Del mismo modo que la reina de Inglaterra, al inicio de la crisis, inquirió al gobernador del Banco de Inglaterra «¿Cómo es que no vieron venir la crisis?»7, los estudiantes de economía llevan décadas preguntando «pero ¿cómo explica la realidad este modelo?», y la respuesta sigue siendo «olvida la realidad, esto es un modelo teórico». La contrarréplica de los estudiantes ha sido, desde la fundación de URPE hasta el movimiento Post-Crash, buscar fuera de las facultades de economía y los centros de poder de la disciplina: en otras disciplinas o el autoaprendizaje.
En el pasado, debates similares a los actuales no acabaron en una revisión de los planes de estudio para incluir más pluralidad o cuestionar en qué consiste la disciplina económica. Si acaso, la historia refuerza el irónico comentario que Joan Robinson (1978, pág. 75) hizo a finales de los años setenta cuando la pluralidad ya estaba en vías avanzadas de extinción en las facultades de economía: «El propósito de estudiar la economía no es adquirir un conjunto de respuestas ya elaboradas a cuestiones económicas, sino aprender a evitar que los economistas nos engañen», aunque eso signifique salir de la disciplina o de la universidad. ¿Hemos aprendido la lección?
BARCELÓ, A. (1998). Economía política radical: historia del pensamiento económico. Barcelona: Icaria.
FUKUYAMA, F. (1992). The end of history and the last man. Londres: Penguin.
HARVEY, D. (2010). The Crisis of Capitalism. Conferencia en la Royal Society for the Advance of Science, Londres, 26 d’abril.
KALLIS, G. (2014). «La batalla de Harvard o cómo la Economía se convirtió en La Economía». Revista d’Economia Crítica. N.º 17, págs. 163-165.
ROBINSON, J. (1978). Contributions to Modern Economics. Oxford: Blackwells.
- Véase: <http://www.post-crasheconomics.com/>.
- Véase: <http://www.paecon.net/>.
- Véase: <http://seminaritaifa.org/>.
- Véase: <http://urpe.org>.
- Por razones de espacio no entraré a explicar las posiciones de cada grupo. Si estáis interesados en saber más, podéis encontrar un resumen sencillo y asequible en Barceló (1998). La entrada de la Wikipedia en inglés ofrece también un buen resumen.
- Las siguientes líneas son un resumen de Kallis (2014).
- La respuesta fue que no habían tenido en cuenta el riesgo sistémico (extraído de Harvey, 2010).
RIBERA FUMAZ, Ramon. En busca de la pluralidad perdida. Oikonomics [en línea]. Mayo 2016, no. 5, pp. 6-11. ISSN: 2339-9546. DOI: https://doi.org/10.7238/o.n6.1611
ODS
Lleva estudiando la economía desde 1991, a veces desde facultades de economía (Licenciatura UAB; profesor de Estudios de Economía y Empresa de la UOC) y otras en departamentos de ciencias sociales (MA en Economía, Espacio y Sociedad y doctorado en Geografía por la Universidad de Manchester; investigador del Institute of Advanced Studies, Lancaster University; Internet Interdisciplinary Institute), pero también fuera de la universidad (Seminario de Economía Crítica Taifa). En la actualidad dirige el Laboratorio de Transformación Urbana y Cambio Global en el Internet Interdisciplinary Institute de la UOC.