Dosier: «Una visión holística del bienestar: soberanía personal, estado y sostenibilidad» coordinado por Fernando ÁlvarezNÚMERO 22 (MAYO 2024)
MÉTODOS DE CÁLCULO DEL BIENESTAR

Del PIB al cálculo del bienestar: nuevas perspectivas en la medición del progreso económico

Resumen

En el presente artículo se examina críticamente la adecuación del producto interno bruto (PIB) como indicador exclusivo del bienestar económico y social, proponiendo la necesidad de integrar enfoques más holísticos en la evaluación del progreso. Se argumenta que, si bien el PIB refleja la capacidad económica de una nación, no aborda aspectos fundamentales como los impactos ambientales, los derechos humanos y las variables culturales. Se menciona la adopción de la felicidad nacional bruta (FNB) por países como Bután y Myanmar como un enfoque pionero que evalúa la calidad de vida desde perspectivas holísticas y psicológicas, distinguiéndose significativamente del PIB tradicional. Además, se discute el índice de desarrollo humano (IDH) como un indicador más inclusivo, que incorpora dimensiones como la esperanza de vida, la educación y el nivel de ingresos, proporcionando así una métrica más integral del progreso humano. Este enfoque contrasta con las limitaciones del PIB al ofrecer un panorama más completo del desarrollo humano. Por ende, el artículo aboga por un nuevo paradigma económico que trascienda el enfoque tradicional del PIB y busque una comprensión más exhaustiva y sostenible del bienestar humano, adaptándose a los desafíos y oportunidades del siglo XXI.

bienestar económico;  índice de desarrollo humano (IDH);  producto interior bruto (PIB);  indicadores alternativos;  políticas de desarrollo; 
Abstract

This article critically examines the adequacy of the gross domestic product (GDP) as the sole indicator of economic and social well-being, proposing the need to integrate more holistic approaches in development assessment. It is argued that while GDP reflects the economic capacity of a nation, it fails to address fundamental aspects such as environmental impacts, human rights and cultural variables. The adoption of gross national happiness (GNH) by countries like Bhutan and Myanmar is mentioned as a pioneering approach that evaluates the quality of life from holistic and psychological perspectives, significantly distinguishing itself from the traditional GDP. Furthermore, the human development index (HDI) is discussed as a more inclusive indicator, encompassing dimensions such as life expectancy, education and income level, thereby providing a more comprehensive metric for human progress. This approach stands in contrast to the limitations of GDP by offering a more complete picture of human development. Consequently, the article advocates for a new economic paradigm that transcends the traditional focus on GDP and seeks a more thorough and sustainable understanding of human well-being, adapting to the challenges and opportunities of the 21st century.

economic well-being;  human development index (HDI);  gross domestic product (GDP);  alternative indicators;  development policies; 
Introducción

El producto interior bruto (PIB), reconocido como el indicador macroeconómico por excelencia para evaluar el bienestar en las naciones, se enfrenta cada vez a una creciente ola de críticas académicas por su representación limitada y parcial de la realidad económica y social. Entre ellas, el hecho de no tener en cuenta factores esenciales como el nivel de desarrollo de un país, la calidad de su sistema educativo o de salud, o las externalidades positivas o negativas asociadas a las actividades económicas que afectan el bienestar social, ambiental o de salud de una economía.

En contraposición, los argumentos que ganan peso son los que defienden la importancia de considerar aspectos como la felicidad y la satisfacción personal a la hora de medir los niveles de bienestar de un país. A lo largo del artículo, expondremos mecanismos alternativos de valoración del bienestar que ayuden a superar las limitaciones que tiene el PIB como indicador tradicional de cálculo del bienestar de un país.

1. El PIB como indicador tradicional de bienestar económico

El producto interior bruto (PIB), reconocido como el indicador macroeconómico por excelencia para evaluar el bienestar en las naciones, enfrenta una creciente ola de críticas académicas por su representación limitada y parcial de la realidad económica y social. Koop et al. (2023) argumentan que el PIB, en su estructura actual, proyecta una ilusión de prosperidad, ignorando aspectos clave del bienestar económico. Este indicador aglomera el valor monetario de una amplia gama de bienes y actividades, incluyendo aquellos que tienen contribuciones ambiguas o incluso negativas al bienestar, como la depreciación del capital fijo, los ingresos de no residentes y los gastos para mitigar impactos ambientales adversos.

La metodología del PIB omite segmentos económicos significativos, como el trabajo doméstico no remunerado y el trabajo voluntario, los cuales, aunque son esenciales para el bienestar, no se reflejan en su cálculo (Bleaney, 2023). Además, la denominada economía sumergida, que comprende actividades no declaradas para evadir impuestos, se excluye del PIB a pesar de su contribución real a la economía (Agrawal y Sharma, 2023).

Asimismo, el PIB también falla al capturar el impacto negativo del desempleo y la inestabilidad macroeconómica sobre el bienestar individual y colectivo, subvalorando su verdadero coste (Agrawal y Sharma, 2023). Además, dicho indicador no refleja la distribución de la riqueza. Estudios como los de Piketty (2014) han mostrado que una pequeña élite posee una riqueza comparable a la de la mitad más pobre de la población mundial, destacando una desigualdad que el PIB no logra capturar.

Además, otra de las características que destacan del PIB es que tampoco mide directamente factores esenciales como el nivel de desarrollo de un país, la calidad de su sistema educativo o de salud, ni las externalidades positivas o negativas asociadas a las actividades económicas que afectan el bienestar social, ambiental o de salud. Elementos clave para el bienestar de la población, como la libertad, el tiempo para actividades recreativas y el equilibrio entre trabajo y vida personal, quedan fuera de su alcance. Esta limitación puede explicar las paradojas observadas en regiones como Latinoamérica, donde coexisten altos niveles de felicidad familiar con un marcado descontento y desconfianza social (Takanohashi et al., 2023). En este sentido, cabe recalcar que no considera la sostenibilidad de las prácticas económicas y el agotamiento de los recursos naturales, factores cruciales para el bienestar a largo plazo. La ausencia de una valoración adecuada del capital natural y su degradación significa que el PIB puede indicar un crecimiento positivo incluso cuando el patrimonio ambiental de una nación se está deteriorando, llevando a una falsa percepción de progreso (Zhang y Liu, 2023).

Sin embargo, otra dimensión ignorada por el PIB es la del capital social, que incluye las redes de relaciones, la confianza y la reciprocidad dentro de una comunidad, factores que contribuyen significativamente al bienestar y a la cohesión social (MacFeely y van de Ven, 2023). La falta de indicadores en este ámbito hace que el PIB no refleje el impacto de la erosión del tejido social en el bienestar general de una sociedad.

Cabe recalcar, por ende, que el PIB, aunque sigue siendo un indicador importante del desempeño económico, presenta serias limitaciones como medida del bienestar económico y social. Por lo tanto, es imperativo adoptar un enfoque más holístico y multidimensional que abarque aspectos económicos y no económicos para evaluar con mayor precisión el bienestar en las sociedades contemporáneas. Esto implica integrar medidas del bienestar social, del capital humano y natural, y de la sostenibilidad ambiental, para obtener una visión más completa de la salud y la calidad de vida en las naciones.

2. Análisis crítico del debate sobre los indicadores de bienestar

En el ámbito del desarrollo humano, es esencial reevaluar los métodos de medición económica, centrándose en dimensiones que superan el ámbito material. Rehman y Cooper (2022) argumentan que aspectos como la felicidad y la satisfacción personal deberían adquirir mayor relevancia en las métricas de bienestar, en oposición a la simple acumulación de riqueza monetaria. Aunque un aumento en los ingresos puede mejorar el bienestar de personas en situación de indigencia, la priorización del bienestar sobre el PIB indica una preocupación más profunda por el nivel de vida. Kundu et al. (2024) enfatizan que un nivel de vida digno es fundamental para la dignidad humana.

Se han desarrollado indicadores como el índice de desarrollo humano (IDH) que evalúan no solo el PIB per cápita, sino también la esperanza de vida, la educación y el nivel de ingresos, ofreciendo una visión más completa del desarrollo humano (Yin et al., 2023). El índice de Gini, otro indicador crucial, mide la desigualdad de ingresos dentro de un país (Kaminitz, 2023). Países emergentes como Brasil y Sudáfrica, a pesar de su crecimiento económico, han mostrado altos niveles de desigualdad según este índice, destacando la desconexión entre el aumento del PIB y la distribución equitativa de la riqueza.

En contraste, naciones no emergentes como Noruega y Dinamarca, con altos IDH y bajos coeficientes de Gini, ejemplifican cómo un desarrollo económico equilibrado puede conducir a un mayor bienestar general (Suárez y Vicente, 2023). Estos países han logrado armonizar el crecimiento económico con políticas sociales que promueven la equidad y el bienestar.

Indicadores alternativos, como el índice de felicidad mundial, que considera factores como el apoyo social y la libertad para tomar decisiones de vida, ofrecen una perspectiva más holística del bienestar. Por ejemplo, Costa Rica, a pesar de tener un PIB per cápita más bajo en comparación con naciones más desarrolladas, ha destacado por su alto nivel de felicidad (Charfeddine y Barkat, 2020). Véase la siguiente tabla comparativa.

Tal y como se aprecia en la tabla 1, la evaluación de diversos indicadores socioeconómicos demuestra que la riqueza económica de una nación, cuantificada a través del producto interno bruto (PIB), no establece una correlación directa e invariable con otros aspectos fundamentales del bienestar social y personal. Por ejemplo, naciones como Estados Unidos y China, a pesar de encabezar la lista en términos de PIB y evidenciar su fortaleza económica, no alcanzan posiciones líderes en indicadores como el índice de desarrollo humano (IDH) o el índice de felicidad. Esto sugiere que una robusta economía, aunque es crucial, no es un garantizador automático de un elevado desarrollo humano o de niveles óptimos de felicidad.

Tabla 1. Comparativa de los indicadores socioeconómicos

PIB IDH Índice de Gini Índice de felicidad
Estados Unidos Suiza Eslovenia Finlandia
China Noruega República Checa Dinamarca
Japón Islandia Bielorrusia Islandia
Alemania Hong Kong Moldavia Israel
India Australia Emiratos Árabes Unidos Países Bajos
Reino Unido Dinamarca Islandia Suecia
Francia Suecia Azerbaiyán Noruega
Italia Irlanda Finlandia Suiza
Brasil Alemania Bélgica Luxemburgo
Canadá Países Bajos Países Bajos Nueva Zelanda

Fuente: elaboración propia a partir de datos del Banco Mundial (2023)

Por otro lado, países como Suiza y las naciones nórdicas, incluyendo Noruega, Islandia, Dinamarca y Finlandia, exhiben altas puntuaciones tanto en el IDH como en el índice de felicidad. Estos resultados indican que, más allá de poseer economías estables, dichos países han realizado inversiones efectivas en aspectos vitales tales como la educación, la salud, la igualdad y la calidad de vida. En relación con el índice de Gini, se observa que países como Eslovenia y la República Checa presentan una distribución de ingresos más equitativa, lo cual podría ser un factor contribuyente hacia una mayor cohesión social y satisfacción general.

Dicha consideración de una amplia gama de factores, que incluyen dimensiones económicas, sociales y personales, resulta imperativa para una comprensión integral del bienestar y la calidad de vida en distintos contextos nacionales.

Por su parte el índice para una vida mejor elaborado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) representa un instrumento analítico multifacético, diseñado para cuantificar y comparar el bienestar y progreso social a través de diferentes naciones. Este índice se distingue por su enfoque integral, trascendiendo las limitaciones de indicadores económicos tradicionales como el producto interno bruto (PIB), para incluir una gama más amplia de factores que inciden directamente en la calidad de vida de los individuos. El índice se estructura en torno a once dominios fundamentales, cada uno abordando aspectos distintos y cruciales del bienestar humano: ingresos, empleo, vivienda, balance vida-trabajo, educación y habilidades, salud, conexiones sociales, compromiso cívico y gobernanza, medio ambiente, seguridad personal y bienestar subjetivo.

Este índice, por ende, constituye una herramienta valiosa para gobiernos y organizaciones, al proporcionar un marco comparativo para el análisis del bienestar. Además, ofrece una plataforma para que los ciudadanos comparen aspectos de su vida con los de otras personas en diferentes países. Este enfoque holístico facilita la identificación de áreas susceptibles de mejora, con el fin de potenciar el bienestar general de las poblaciones.

Otro indicador como la huella ecológica, que mide la demanda de recursos naturales de una nación en relación con su capacidad para regenerarlos, es esencial para garantizar que el desarrollo económico no comprometa la sostenibilidad ambiental (Vogel y Hickel, 2023). Países como Suecia y Suiza han mantenido una baja huella ecológica a través de políticas de desarrollo sostenible.

Finalmente, la adopción de la teoría del buen vivir en economías emergentes como Ecuador y Bolivia refleja un enfoque de desarrollo centrado en el bienestar humano y la armonía con la naturaleza (Rivera et al., 2023). Este enfoque propone un modelo alternativo que desafía las nociones tradicionales de desarrollo y bienestar social.

Por tanto, aunque el PIB es útil para medir ciertos aspectos de la actividad económica, no abarca integralmente el bienestar humano y la sostenibilidad. La inclusión de indicadores como el IDH, el índice de Gini, la huella ecológica y la valoración de la felicidad y la calidad de vida proporcionan una visión más completa del desarrollo, esencial para afrontar los desafíos del siglo XXI y promover un progreso verdaderamente inclusivo y sostenible.

3. Nuevos indicadores de bienestar: innovación y desarrollo

En el campo de la medición económica, diversas naciones están adoptando alternativas al producto interno bruto (PIB) para evaluar el bienestar. Por ejemplo, Myanmar y Bután han sido pioneros en reemplazar el PIB por la felicidad nacional bruta (FNB), un concepto que ha ganado atención en la agenda de la ONU como una nueva fórmula para medir el bienestar de los pueblos de una manera más holística y psicológica (Banerjee et al., 2023). La FNB se estructura sobre cuatro pilares fundamentales: el desarrollo socioeconómico sostenible e igualitario, la promoción de valores culturales, la conservación del medio ambiente y el establecimiento de un buen gobierno. La medición de la FNB se efectúa mediante un cuestionario de 180 preguntas que abarcan nueve dimensiones, incluyendo el bienestar psicológico, la vitalidad comunitaria, la cultura, la salud, la educación, la diversidad medioambiental, el nivel de vida y la gobernanza (Kariss et al., 2023)

Otro indicador relevante es el índice de desarrollo humano (IDH), que sintetiza los logros en aspectos clave del desarrollo humano: una vida larga y saludable, acceso al conocimiento y un nivel de vida decente. Este índice refleja que el bienestar va más allá del PIB per cápita (Yang et al., 2023). Países como Noruega, Dinamarca, Suiza, Islandia y Finlandia, que lideran en felicidad según la ONU, demuestran que la prosperidad económica, cuando se combina con políticas sociales equitativas, puede resultar en un alto nivel de bienestar (Farrah Kamun y Olweny, 2023)

Desde una perspectiva económica, el enfoque en la maximización del bienestar implica una mayor preocupación por reducir la pobreza y la desigualdad, en lugar de solo incrementar el PIB. El crecimiento de los ingresos entre los más desfavorecidos puede generar importantes dividendos de bienestar, a diferencia del crecimiento económico que beneficia desproporcionadamente a los más ricos.

En cuanto al impacto de la tecnología en el PIB de cada nación, el desarrollo tecnológico se ha convertido en un motor clave de crecimiento económico. La adopción de tecnologías digitales en las empresas, como las videoconferencias, el trabajo en la nube y la movilidad laboral, aumenta la competitividad y la eficiencia (Kuzior et al., 2023). En este sentido, cabe recalcar que países que han empezado desde un nivel tecnológico bajo, como China, han experimentado un impacto positivo en su productividad al adoptar tecnologías extranjeras. Sin embargo, para alcanzar un ingreso más alto, estos países deben comenzar a desarrollar sus propias tecnologías, al menos en sectores específicos (Yahya et al.,2023).

Este proceso implica la reestructuración de las instituciones y las políticas económicas y científico-tecnológicas para facilitar una transición exitosa hacia la innovación y el desarrollo tecnológico. Estrategias como la creación de nuevos mercados, la digitalización de empresas, el acceso a recursos y la creación de un entorno favorable son comunes en esta transformación. Sin embargo, el desarrollo tecnológico conlleva una alta incertidumbre, dado su carácter experimental y la posibilidad de que algunos desarrollos no tengan éxito en el mercado. Por lo tanto, es crucial establecer un sistema de innovación que fomente múltiples proyectos de investigación y desarrollo para maximizar las posibilidades de éxito.

Conclusiones

El producto interno bruto (PIB) se ha establecido como un indicador predominante del bienestar económico, basado en la premisa de que los ingresos más altos son preferibles a los más bajos. Sin embargo, su eficacia como medida integral del bienestar social es limitada. Aunque el PIB puede reflejar la capacidad de una economía para generar riqueza, no considera factores cruciales como el impacto medioambiental, los derechos humanos y las dimensiones culturales. Incluso el índice de desarrollo humano (IDH), que proporciona una visión más amplia del progreso humano al incluir la salud, la educación y el nivel de vida, puede no ser suficientemente exhaustivo, ya que su aplicación es más pertinente para comparar el estado relativo de los países en desarrollo a lo largo del tiempo.

En el ámbito de la tecnología, el desarrollo y la venta de tecnología digital tienen un impacto positivo en el PIB de los países. Los mercados tecnológicos, caracterizados por su alta concentración y baja competitividad, presentan desafíos únicos. La adopción de tecnologías digitales no puede limitarse a iniciativas aisladas y de corto alcance; requiere un enfoque integral que involucre a gobiernos, empresas y la sociedad en su conjunto para fomentar la competitividad digital.

Además, la evidencia sugiere que el bienestar humano trasciende la mera acumulación de riqueza. Factores como la salud, la seguridad laboral y el bienestar psicológico son esenciales para una vida plena, pero a menudo son ignorados por los análisis económicos convencionales. Esto subraya la necesidad de un nuevo paradigma económico que vaya más allá del PIB y el IDH, enfocándose en una comprensión más holística del bienestar humano.

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Cita recomendada:

CORTÉS RUFÉ, Marc. «Del PIB al cálculo del bienestar: nuevas perspectivas en la medición del progreso económico». Oikonomics [en línea]. Mayo 2024, n.º 22. ISSN 2330-9546. DOI: https://doi.org/10.7238/o.n22.2404


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