Dosier: «Ruralidades en transición» coordinado por Soledad Morales PérezNÚMERO 25 (NOVIEMBRE 2025)
CULTURA Y PENSAMIENTO

La ruralidad mediada y el relato por el cambio

Resumen

Este texto aporta una reflexión sobre las intersecciones entre los imaginarios socioculturales, el desarrollo económico y las ruralidades. El autor plantea que vivimos una mediatización de la ruralidad que hace circular discursos que replican un marco interpretativo extractivista. Se trata de una lógica en la que la ruralidad se entiende como un espacio que produce y provee: alimentos, energía, diversión o descanso. Es una narrativa que no cuenta con dinámicas reproductivas y de regeneración. El autor propone desarrollar nuevos relatos de lo rural y, en lo rural, que se desmarquen de este marco interpretativo. La cultura y los medios de comunicación, incluido el periodismo, son espacios de innovación en este sentido. Una posibilidad es integrar los valores del posthumanismo crítico en los imaginarios de un «rural resituado». Por eso, hace falta un tratamiento en los medios que indague sobre la relación entre las agencias humanas y otras-que-humanas: animales, plantas, materialidades. La cultura y el pensamiento crítico tienen un papel para visualizar proyectos basados en epistemologías integradoras. Más allá de los relatos del colapso, esta narrativa quiere ser afirmativa y debe procurar aleaciones para construir una ruralidad resiliente ante la crisis climática, la pérdida de biodiversidad y la precariedad. No es solo un cambio de relato, sino un relato por el cambio.

imaginarios rurales;  ruralidad resituada;  relato;  bienes comunes;  pensamiento crítico;  poshumanismo; 
Abstract

This text provides a reflection on the intersections between socio-cultural imaginaries, economic development and ruralities. The author proposes that we are experiencing a mediatization of rural that circulates discourses that replicate an extractivist interpretative frame. This is a logic in which the rural is understood as a space that produces and provides food, energy, fun or relaxation. It is a narrative that lacks reproductive and regenerative dynamics. The author proposes developing a new form of storytelling in and within rural areas, one detached from this interpretive framework. Culture and media, including journalism, are places for innovation in this sense. One possibility is to integrate the values of critical posthumanism into the imaginary of a “resituated rural”. For this, there is a need for media coverage that investigates the relationship between human and other-than-human agencies: animals, plants, materialities. Culture and critical thought play a role in making visible projects grounded in integrative epistemologies. Beyond the stories of the collapse, the text proposes that this narrative must be affirmative and must seek alliances to build a resilient rural in the face of the climate crisis, the loss of biodiversity and precariousness. It is not just a change of storytelling, but a storytelling for change.

rural imaginaries;  resituated rural;  rural storytelling;  commons;  critical thinking;  posthumanism; 
Introducción

En el momento de escribir este texto, se ha dado por controlado el incendio forestal que ha quemado más de tres mil trescientas hectáreas entre Paüls y Xerta (Baix Ebre). La cobertura de los medios de comunicación ha sido la habitual, a pesar de que, a diferencia de hace unos años, ahora hay una conciencia fortalecida de la dinámica entre centros y periferias en el ecosistema mediático catalán –y más críticas a la poca capacidad de los medios de comunicación radicados en Barcelona para informar mejor sobre hechos que ocurren en las Terres de l’Ebre o en Ponent. También hay más conocimiento de la relación sistémica que se establece entre el fuego y el abandono del mundo rural. De una u otra forma, son temas que hemos tratado y en los que hemos ido explicando que operan unos marcos interpretativos que actúan como cajas de conocimiento y significados de los incendios y del mundo rural (Castelló, 2023a; Castelló y Montagut, 2019). Son objetos –incendio y rural– ensamblados en dinámicas de acción narrativo-material.

Este foco en el relato y en el papel de los medios de comunicación y la cultura para transformar la ruralidad ha centrado parte del trabajo desarrollado en el proyecto de investigación Ruralim –Nuevos imaginarios del rural en la España contemporánea: cultura, documental y periodismo (PID2021-122696NB-I00)–, desarrollado entre los años 2022 y 2025, y que he coordinado. En este artículo, me dispongo a hacer un breve comentario al respecto para 1) identificar la lógica que hay en la base de estos marcos interpretativos e imaginarios de la ruralidad mediatizada; 2) proponer ejes de las nuevas racionalidades interpretativas del mundo rural que situamos en visión crítica y posthumana. El texto es una reflexión que he podido desarrollar e ilustrar con ejemplos más ampliamente en un ensayo que plantea la necesidad de un periodismo posthumano (Castelló, 2025). Se trata de impulsar un relato rural innovador, pero que supera la ruralidad como temática y abre perspectivas comunicativas en muchos ámbitos, como, por ejemplo, la ciencia, la tecnología y el medio ambiente.

1. Entre surcos: identificar

Hay una relación inseparable entre los imaginarios culturales y las materialidades. Aun así, las ideas de «modernidad» y «progreso» que señorean en nuestra sociedad desvinculan esta relación obvia y evidente. Es una estructura de raíz ontológica, platónica y dualística y está imbricada en la fundación de las ciencias experimentales y de la Ilustración. Produce una dicotomía que separa pensamiento y existencias, ideas y actos. Esta estructura ha conllevado también la compartimentación entre ciencia y sociedad, entre cultura y naturaleza, entre los objetos y las representaciones. Empiezo con esta cuestión filosófica porque es sustrato de los malentendidos. Además, dando un salto de gigante, podemos visualizar una consecuencia muy evidente para la ruralidad: ¿cuánto tiempo llevamos discutiendo sobre las carencias del mundo rural o de los bosques y qué hemos materializado para actuar en consecuencia? Dejo aquí la cuestión para retomarla más adelante, porque antes nos hace falta más músculo de pensamiento. Las ideas están muy bien, pero no hacen la cosa, como veremos.

El pensamiento crítico ha planteado aportaciones que son muy útiles. Podemos mencionar las propuestas de Bruno Latour (2022 [1999], pág. 197), quien plantea espigar elementos provechosos de la premodernidad (como por ejemplo la inseparabilidad de las cosas y los signos), de la modernidad (como por ejemplo las redes y la experimentación) e, incluso (!) de la posmodernidad (como por ejemplo la reflexibilidad y la deconstrucción). Todas estas propuestas recogidas son útiles para la ruralidad. Requerimos de forma muy precisa una visión de la ecología política latouriana que «invita a volver al topos, al oikos» (Latour, 2024, pág. 323), a los lugares y a la comunidad, al hogar. No se trata, aun así, de un revivir un pasado, ni mucho menos de una idealización del mundo preindustrial. Se trata del reconocimiento de que la forma en que nos hemos pensado «modernos» no es operativa, y mucho menos en el campo. Cuando nos llenamos la boca de «progreso» y «desarrollo» rural, por lo tanto, hay que inquirir más al respecto y no dar por supuesto que hablamos de lo mismo.

Ya no compartimos significados que antes se daban por supuestos –incluso conceptos que nos movilizaban colectivamente, como, por ejemplo, «libertad» o «democracia», requieren un volver atrás, un «espera, ¿a qué “libertad” te refieres?»; «¿democratizar cómo y para quién?», etc. Esto indica una cosa: no compartimos los marcos interpretativos que dan sentido a estos conceptos muy básicos y que están en el corazón de las sociedades; los léxicos han sido (re)significados y ahora sirven como herramienta para cualquier otra cosa. Por ejemplo, ¿podemos entender una democracia sin los lugares, sin los topos? Pensamos que una democracia sin los lugares y los sentidos de lugar es parcial, va coja. Tenemos que ampliar entonces el demos e integrar no solo las comunidades rurales humanas –que están discriminadas en los procesos de toma de decisiones– sino emprender una operación más ambiciosa e incluir las existencias otras-que-humanas: animales no-humanos, plantas, territorios. La ruralidad no puede operar en un marco de modernidad que impone una dinámica extractivista sobre todas las comunidades que ensamblan el campo. Es una evidencia que esta ruralidad, para existir, requiere procesos de regeneración, de tempos reproductivos y de dinámicas que el extractivismo no permite. El resultado de esto es nefasto: una lógica ultraproductiva y mercantilista que decide qué debe perecer o ser sacrificado; es la lógica necropolítica (Mbembe, 2008) que dicta las «zonas de sacrificio».

El marco interpretativo extractivista manda en esta mediatización de lo rural. Los procesos de mediatización han sido estudiados en el campo de la comunicación social y los discursos para señalar la manera en que los medios de comunicación transforman nuestro mundo (Hjarvard, 2008; Krotz, 2009). Es muy importante poner el acento en esta acción de transformación: para decirlo brevemente, los medios de comunicación y la cultura no solo «relatan» el mundo rural, sino que estos relatos lo «transforman». ¿Cómo podemos cambiar algo explicándolo? Lo hacemos, cada día. Porque nuestro relato genera un conocimiento sobre la realidad rural e impulsa unas acciones y comportamientos hacia el campo. En estas dinámicas, contamos con antecedentes que explican la relación que los marcos interpretativos (el framing) tienen con los procesos de mediatización (Castelló, 2012; de Vreese, 2014). Es decir: si el relato sobre la ruralidad presenta una realidad devaluada, despoblada, pasiva, retardada, abandonada, obtusa, reaccionaria, etc., pues esto tiene una consecuencia directa en cómo actuamos. Si la forma de tratar y de entender la ruralidad es integrarla en la «modernidad» (remarcando que es una oportunidad para la economía de mercado, que tiene recursos de gran valor esperando a ser explotados, que puede alojar equipamientos que «son estratégicos», que es un espacio para el turismo rural global, un lugar donde buscar la tranquilidad y que provee «sosiego» después de un tiempo estresados en las grandes ciudades...), pues esto tiene también un impacto directo en cómo afectamos el entorno rural –se transformará e incluso violentará a la ruralidad para adaptarla. Pero las cosas no funcionan así, tan fácilmente, porque discurso, acciones y realidades van unidos.

Debemos de hacer vía entre surcos y márgenes. Relatos y materialidades están ligados en cualquier expresión mediática, periodística o de ficción, informativa o documental. Nos sirve lo que Nico Carpentier (2024) ha identificado como un nudo discursivo-material. La idea principal de este posicionamiento es que no hay un sometimiento del relato a la materialidad –en el sentido de que lo primero determina lo segundo– ni tampoco tenemos que aceptar una realidad que somete lo que podemos decir de ella. En el mundo rural esto es muy evidente: por mucho que planteemos sistemas eficientes de explotación hídrica del territorio, el agua tiene un límite. En una lógica de crecimiento sin techo, nos la acabaremos y estropearemos el sistema de regeneración. Lo que relatamos de lo rural no determina su materialidad. Lo mismo pasa al contrario. Que ahora tengamos un continuo de bosque en Cataluña, materialmente acaparador, no determina lo que «es este bosque para nosotros en el relato que elaboramos del mismo»: podemos verlo y relatarlo como un espacio de conservación, como un espacio de explotación de madera, como un espacio de recreo para las vacaciones, o como un espacio de alto riesgo de incendios, o como todo ello a la vez. Las consecuencias de esto son palpables por doquier. Hacen falta unos consensos para poner en marcha acciones coherentes porque, de otra forma, no sabemos colectivamente con certitud qué son la huerta del Baix Llobregat, el espacio agrario en el Vallès Oriental o las extensiones de avellanos en el Camp de Tarragona. Es decir, y la afirmación parece extrema: ahora mismo no tenemos un significado compartido de lo que es nuestro espacio rural porque no disponemos de una narrativa de consenso y con calidad democrática, medioambientalmente sostenible, económicamente viable, humana y posthumanamente transitable. Estamos aquí. Está bien identificar dónde se está.

Parte del problema es que el marco interpretativo hegemónico de la ruralidad es de una lógica extractivista en la que las comunidades (humanas y otras-que-humanas) que lo habitan tienen una agencia minimizada –y, por lo tanto, se les sustrae capacidad de soberanía sobre las decisiones que afectan directamente a su entorno de vida. Esta dinámica se basa en un relato en el que la ruralidad no tiene recorrido fuera de los tempos y dinámicas de producción y de acumulación y de mercantilización globalizada –lo que impone a las personas, seres vivos y existencias unas condiciones de trabajo y de vida impracticables. Esto es así porque este marco concibe la ruralidad como un lugar (más) de donde extraer sin reponer, sin regenerar, ya sea energía, alimentos o bienestar y ocio. Una producción que no atiende a los ciclos y a las circularidades que están adscritas a la misma ontología de lo rural. Este relato opera en todos los ámbitos, desde la ficción y las películas, en los programas de entretenimiento, las noticias, las redes sociales, la publicidad, la música popular y ahora también en las respuestas que podáis obtener con la inteligencia artificial generativa.

La noticia interesante es que, precisamente porque esto –todo esto– está en crisis y en entredicho, ese relato se está agrietando. Por suerte –y gracias a muchas personas e iniciativas, el asociacionismo y el activismo rural, el periodismo de proximidad y alternativo, los creadores culturales comprometidos, los expertos en economía, medio ambiente o agronomía concienciados–, se están produciendo nuevas formas de entender la ruralidad. Estas formas ya presentan ideas que podemos integrar dentro de lo que Rosi Braidotti (2020) ha caracterizado como un posthumanismo crítico que contemple las dimensiones zoe/geo/tecno: la visión es adecuada para la comprensión del medio rural, un marco interpretativo que integre no solo la actividad humana y cultural, sino también las agencias cosidas entre las comunidades humanas, los animales, los territorios y la tecnología que operan. Una de las primeras medidas, aun así, será abandonar las categorías dicotómicas y las ordenaciones dualistas que hemos mencionado al principio: hay que ver la ruralidad como un continuo de realidades y existencias fragmentadas y difractivas, como diría Karen Barad (2014). Nos hará falta, por lo tanto, aclarar algo más cómo ligar estas visiones con lo rural y con la comunicación de lo rural.

2. Resituaciones críticas y poshumanas: proponer

Como hemos dicho, relato y materialidad están conectados. Remarcamos que operan en ensamblajes, para usar un término propio de las aproximaciones de las filosofías materialistas de Gilles Deleuze y Félix Guattari (véase 1988). También hemos señalado que la dinámica del relato hegemónico actual no nos sirve para impulsar un cambio en positivo, afirmativo, y de futuros ilusionantes y transitables. En el ámbito de las ruralidades esto es todavía más urgente. El cambio climático, la destrucción de hábitats, el abandono y el despoblamiento han reforzado dos ramas discursivas que pueden ser perniciosas para el medio rural. Son posicionamientos reactivos a unas realidades rurales muy complejas donde operan no solo los relatos que podamos producir sino también los afectos de las existencias que forman parte de lo rural, ya sean seres vivos o materialidades «vibrantes» (Bennett, 2022 [2010]). Hablemos un segundo de la idealización de lo rural y del victimismo de lo rural.

El relato de lo rural idealizado es antiguo y arraigado en la cultura; es producto de la organización de la humanidad en torno a las urbes, de la masificación. La idealización surgió, seguro, muy pronto; con las primeras polis se generaron los desplazamientos del campo a la ciudad y la elaboración de quimeras en dos direcciones –los aldeanos que recordaban orígenes, los ciudadanos acaudalados que visitaban el campo y lo disfrutaban. Pero este relato tuvo un impacto profundo con el pensamiento ilustrado y el surgimiento de la sociedad industrial; el romanticismo ahondaría en este idilio con el campo y la naturaleza–, más tarde raíces recreadas de identidades y esencias. La evolución contemporánea de la idealización es evidente en el lenguaje y el imaginario publicitario, pero también en la novela o en el reportaje periodístico. La idealización ha transformado las ruralidades, por ejemplo, produciendo pueblos «de postal» –ahora se les llama instagrameables–, lugares «bonitos» pero producidos para ser consumidos. A veces son trasfondo de iniciativas de turismo rural donde tenemos todas las «comodidades» –desde agua caliente a chorro, toallas limpias a disposición, conexión 5G y por fibra para estar conectados sin límite o tener acceso a la IA, etc. La fibra es necesaria y está muy bien crear espacios «ideales». El problema surge cuando esto está tan alejado de las experiencias vividas. Hay que vigilar la idealización de un campo donde se ha comodificado lo rural y la naturaleza. Por un lado, estas dinámicas generan unas disonancias tanto entre los habitantes de lo rural como, por ejemplo, entre los recién llegados (ved Andrés Cabello, 2025). Por otro, la idealización puede estar alineada con el extractivismo; ahora de una economía de la «nueva ruralidad», gentrificada y en la que operan con comodidad los discursos del lavado de imagen verde o greenwashing.

Frente a eso, las dificultades reales que atraviesa el sector agroalimentario y la carencia de servicios en lo rural han alimentado las narrativas de victimización del campo. Las raíces del victimismo son profundas también. A menudo es una denuncia justificada. Pero el victimismo es un callejón sin salida si no genera vías de acción a emprender y si se acomoda en dinámicas enrocadas. Vivir en el victimismo puede acercar la ruralidad a las identidades-estigma que teorizaba Ervin Goffman (2009) para otros grupos sociales. En Cataluña y en España en general, este discurso es antiguo y se puede expresar hoy de muchas formas (la idea de que el campesinado siempre paga los platos rotos y «¿qué le vamos a hacer?», la referencia a un «sistema» en abstracto o «global» sobre el que «no podemos hacer nada» y que lo dicta todo, etc.). El déficit democrático, la historia de violencia y sometimiento, la dictadura y el sistema caciquil, todo esto está en la mochila de la memoria rural; no es fácil deshacerse de ello y sería injusto no reconocer las consecuencias. A quien levantaba la voz solo le esperaba un varapalo; el silencio y agachar la cabeza eran lo más prudente; venimos de aquel silencio que cantaba Raimon. Hoy, esta dinámica del victimismo se puede conectar peligrosamente con una politización populista que liga despoblamiento, cambio climático, precarización y ruralidades: habrá que estar atentos para evitar que el racismo y el machismo aprovechen estas vulnerabilidades para empeorar la situación.

Ante las complejidades, y en el marco del proyecto de investigación mencionado, propusimos la tesis de que un nuevo relato que hemos denominado «rural resituado» opera en la cultura, en el pensamiento y en los medios de comunicación (Castelló, 2023b). Es una alter-narrativa. Evita tanto la idealización como el victimismo y se sacude de encima ideas preconcebidas y estereotipos limitantes de lo rural. Ponemos varios ejemplos, desde los reportajes que dan voz agenciada a comunidades, hasta revistas pequeñas que operan con colectivos de suscripciones, pasando por proyectos periodísticos de proximidad y locales, por pensadoras y pastores ensayistas, y activistas que alimentan redes sociales. Son muchas las personas que narran hoy la ruralidad, también estudiantes de comunicación que ponen en marcha un proyecto de final de grado o de máster en una población para visibilizar problemáticas, las plataformas, las redes de solidaridad, los artistas. Esta nueva narrativa está siendo remarcada por expertos de referencia en la temática, como, por ejemplo, Joan Nogué (2025, pág. 18), para quien «está emergente una nueva mirada hacia los lugares, hacia el territorio, que es mucho más integral, mucho más transversal, que quiere dialogar con los paisajes de la vida cotidiana y se quiere involucrar en su gestión».

Han sido también relevantes las aportaciones que han rescatado la idea de los bienes comunes como lógica integrada en las realidades rurales. La ruralidad opera mucho mejor con sistemas comunales, regenerativos y colaborativos, en contraste con las dinámicas privativas, de explotación intensiva y competitiva que le imponemos –¿con qué legitimidad? Se trata de aceptar, de una vez, que nos hace falta una nueva narrativa económica que entienda que estamos en una etapa de poscrecimiento, como ha teorizado Tim Jackson (2022). Lo rural pide a gritos que adoptemos una economía del bien común (Felber, 2015). Thomas Piketty ha señalado, además, que las medidas ambientales deben incorporar una dimensión social si no queremos que solo beneficien a quienes ya tienen muchos recursos y vayan en contra de los más vulnerables. El economista ha remarcado que esto es especialmente cierto para las clases trabajadoras de las zonas rurales o de pequeñas poblaciones (Piketty, 2025, pág. 36). Esta economía es integrativa, incluye los beneficios y los costes en todos los sistemas –también en los ecosistemas; es en definitiva más democrática y justa. Hay muchos ejemplos que ilustran estos movimientos: organizaciones como la Fundació Emprius trabajan tejiendo red, organizando jornadas que recuperan y adaptan a la actualidad unas lógicas de funcionamiento que existían y habíamos olvidado. Por todo ello, plantear este debate en una revista como Oikonomics es muy pertinente. Necesitamos una economía de verdad.

Esta visión no es nada idealizadora; es muy realista; quizás la que más. La quimera es el sistema actual de destrucción extractiva. Son mucho más factibles los nuevos pensamientos ruralistas, que nos vinculan, como el que cultivan expertas como, por ejemplo, Vanesa Freixa o Yayo Herrero. Freixa no solo ha producido el que es seguramente uno de los ensayos más influyente en relación con esta posición –Ruralismo. La lucha por una vida mejor (Freixa, 2023)–, sino que continúa pidiendo acciones concretas, unas «políticas urgentes que nos conducen desde ahora mismo a la transición de un modelo global a uno de local, en que la justicia social sea la base de todo» (Freixa, 2025, pág. 27). Rosa Cerarols y Joan Nogué (2022) impulsaron un compendio en el que se explicaban muchas de las experiencias de la «nueva ruralidad catalana»: son cooperativas, asociaciones, escuelas, colectivos culturales, medios de comunicación... y hay muchos, cada vez más. Todo este pensamiento y estas experiencias van calando en el periodismo. Hoy ya nadie se extraña cuando hablamos de ganadería vinculada a los incendios forestales –entidades como, por ejemplo, la Fundación Pau Costa han trabajado mucho en esto–, o cuando pedimos que se aborde la cuestión del acceso a la vivienda en los entornos rurales, o que se consideren los usos de la tierra cuando se implantan energías renovables. Todo esto es una narrativa al alcance y que circula, un relato que visualiza los ensamblajes y que toma una perspectiva crítica en relación con el relato y las políticas actuales. La ruralidad se ha movido, se ha resituado.

3. Coda

Es imposible reseguir aquí todas las ramas y raíces de un árbol que crece. Es un movimiento que supera la forma radicular y se esparce en rizomas que llegan a todas partes. En todo el país; en pueblos y montañas, en ciudades y barrios. El bosque entre Paüls y Xerta brotará de nuevo; por muy extraño que nos parezca a ojos humanos –y a ojos urbanos– el fuego es final e inicio de un nuevo ciclo. Porque la vida es circular; los relatos del rural son circulares –y la economía es circular también. Yayo Herrero (2024, págs. 95-113) expresaba con sensibilidad y brillantez esta naturaleza destructiva y también regenerativa del fuego. El fuego era cocina, calor, protección y luz; pero también arma, dolor y desaparición. Tendremos que reconocerle la agencia, también. El marco interpretativo del extractivismo, que nos ha llevado a su punto en el que estamos, no sirve. Tenemos que ensanchar miradas e integrar agencias, ser más abiertos y respetuosos con los saberes locales, escuchar al entorno y a nuestros cuerpos. Todo ello, y en la ruralidad aún más, pide ese cambio de relato que es de hecho un relato por el cambio.

Nota

Este artículo forma parte del proyecto «Nous imaginaris del rural a l’Espanya contemporània: cultura, documental i periodisme» (Nuevos imaginarios del rural en la España contemporánea: cultura, documental y periodismo) (PID2021-122696N. B.-I00) financiado por MICIU/AEI/10.13039/501100011033/ y por FEDER Una manera de hacer Europa.

Referencias bibliográficas

ANDRÉS CABELLO, Sergio (2025). «De lo rural a la nueva ruralidad: oportunidades, formas de vivir y disonancias entre el imaginario y la experiencia». En: E. Castelló, B. López y H. Miguélez-Carballeira (eds.). Nuevos imaginarios del rural: Literatura, cine y medios en el contexto español (págs. 151-168). Publicaciones de la URV.

BARAD, Karen (2014). «Diffracting Diffraction: Cutting Together-Apart». Parallax, vol. 20, n.º 3, págs.168-187. DOI: https://doi.org/10.1080/13534645.2014.927623

BENNETT, Jane (2022). Materia vibrante. Una ecología política de las cosas. Caja Negra.

BRAIDOTTI, Rosi (2020). Coneixement posthumà. Arcàdia Editorial.

CARPENTIER, Nico (2024). «Entangling the discursive and the material». En: Shi-xu (ed.). The Routledge Handbook of Cultural Discourse Studies, págs. 85-97. Routledge. DOI: https://doi.org/10.4324/9781003207245-7

CASTELLÓ, Enric (2012). «Conflicto político y medios. Marcos, narrativas y discursos». En: E. Castelló (ed.). La mediatización del conflicto político. Discursos y narrativas en el contexto español, págs. 9-38. Laertes.

CASTELLÓ, Enric (2023a). «The mediatization of the resilience frame: how a new understanding of wildfires is conquering the Spanish mainstream media (2017-2021)». En: J. Rodrigo-Comino y L. Salvati (eds.). Fire hazards: Society and regional issues. Springer. DOI: https://doi.org/10.1007/978-3-031-50446-4_11

CASTELLÓ, Enric (2023b). «The resituated rural: exploring narratives beyond the empty Spain». Journal of Spanish Cultural Studies, vol. 24, n.º 4, págs. 529-544. DOI: https://doi.org/10.1080/14636204.2023.2272044

CASTELLÓ, Enric (2025). Periodismo posthumano. Bases para relatar un mundo ensamblado. Laertes.

CASTELLÓ, Enric; MONTAGUT, Marta (2019). «Framing Forest Fires and Environmental Activism: a Storytelling Contest about Human Intervention in Nature». Communication and Society, vol. 32, n.º 4, págs. 291-306. DOI: https://doi.org/10.15581/003.32.4.291-306

CERAROLS, Rosa; NOGUÉ, Joan (2022). «Introducció». En: R. Cerarols y J. Nogué (eds.). L’altre món rural. Reflexions i experiències de la nova ruralitat catalana. Tigre de paper.

de VREESE, Claes (2014). «Mediatization of news. The role of journalistic framing». En: F. Esser y J. Strömbäck (eds.). Mediatization of politics. Understanding the transformation of Western Democracies, págs. 137-155. Palgrave McMillan. DOI: https://doi.org/10.1057/9781137275844_8

DELEUZE, Gilles; GUATTARI, Félix (1988). Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia. Pre-textos.

FELBER, Christian (2015). L’economia del bé comú. Miret.

FREIXA, Vanesa (2023). Ruralisme. La lluita per una vida millor. Ara Llibres.

FREIXA, Vanesa (2025). «El món rural avui». En: C. Llop y A. Álvarez (eds.). Mobilitzem-nos! Món rural! Noves ruralitats per als territoris històrics, págs. 20-27. Fundación Privada Horitzons 2050 y Editorial Fonoll.

GOFFMAN, Erving (2009). Estigma. La identidad deteriorada. Amorrortu.

HEPP, Andreas (2009). «Differentiation: Mediatization and cultural change». En: K. Lunby (ed.). Mediatization: Concept, changes, consequences, págs. 139-158. Peter Lang.

HERRERO, Yayo (2024). Los cinco elementos. Arcàdia Editorial.

HJARVARD, Stig (2008). «The mediatization of society. A theory of the media as agents of social and cultural change». Nordicom Review, vol. 29, num. 2, págs. 105-134. DOI: https://doi.org/10.1515/nor-2017-0181

JACKSON, Tim (2022). Postcreixement. La vida després del capitalisme. Arcàdia Editorial.

KROTZ, Friedrich (2009). «Mediatization. A concept with which to grasp media and societal change». En: K. Lundby (ed.). Mediatization. Concept, Changes, Consequences, págs. 21-40. Peter Lang.

LATOUR, Bruno (2022). Nunca fuimos modernos. Ensayos de antropología simétrica. Siglo XXI.

LATOUR, Bruno (2024). Políticas de la naturaleza. El fin de la dicotomía entre naturaleza y cultura y el nacimiento de la ecología política. Arpa.

MBEMBE, Achille (2008). «Necropolitics». En: S. Morton y S. Bygrave (eds.). Foucault in an Age of Terror, págs. 153-183. Palgrave Macmillan. DOI: https://doi.org/10.1057/9780230584334_9

NOGUÉ, Joan (2025). «Refer l’imaginari rural... i l’urbà». En: C. Llop y A. Álvarez (eds.). Mobilitzem-nos! Món rural! Noves ruralitats per als territoris històrics, pág. 12-19. Fundació Privada Horitzons 2050 y Editorial Fonoll.

PICKETTY, Thomas (2025). Hacia un socialismo ecológico. Crónicas 2020-2024. Deusto.

Cita recomendada:

CASTELLÓ, Enric. «La ruralidad mediada y el relato por el cambio». Oikonomics [en línea]. Noviembre 2025, n.º 25. ISSN 2330-9546. DOI: https://doi.org/10.7238/o.n25.2507


ODS

ODS ODS 12 ODS 15

Sobre el autor