La economía colaborativa ha emergido con mucha fuerza en una amplia diversidad de sectores productivos (movilidad, turismo, finanzas, etc.). Esta aproximación colaborativa está demostrando ser eficiente desde un punto de vista de gestión del negocio, a la vez que ofrece oportunidades de intercambio de valor a los ciudadanos (dotándolos de mayor autonomía) y reduce la huella ecológica en muchos casos. Pero incluso con estas virtudes difíciles de negar, conviene revisar con una mirada crítica y constructiva si las empresas de economía colaborativa están también ayudando a cambiar los valores de la sociedad o si solo se limitan a hacer el capitalismo más eficiente. Para el análisis en este artículo: a) discriminamos la amplia diversidad de actores de la economía colaborativa según su propósito, y b) presentamos tres líneas de exploración que han ganado interés en el último año (Sharing Business Model Compass, el cooperativismo de plataforma y la economía colaborativa procomún). Estamos ante un momento crítico para acompañar la evolución de la economía colaborativa hacia su mejor versión posible. Es un tema complejo que no debe ni puede ser simplificado.
En este artículo se analiza la sostenibilidad y el desarrollo del sistema monetario bajo el enfoque sistémico del pensamiento complejo, un pensamiento alejado de lo simple y lo convencional, que tiene en consideración no únicamente los distintos actores que intervienen en un sistema, sino también las relaciones e interacciones entre ellos. Este pensamiento considera los sistemas no como unos estados estáticos y permanentes, sino como equilibrios dinámicos asociados a la adaptación y el cambio. El sistema monetario, como sistema socioecológico, está sometido al comportamiento dinámico de un ciclo adaptativo, el cual, a su vez, forma parte de una panarquía de sistemas emplazados en distintas escalas espaciales y temporales. Únicamente si se tiene en consideración esta red anidada de sistemas interconectados entre sí, se puede garantizar la viabilidad de cada uno de ellos en particular y del grupo en su conjunto. Tal y como se argumenta durante el artículo, el actual monopolio de dinero en forma de deuda bancaria ha llegado a un punto tal de rigidez y centralización que se ha convertido en insostenible. Muestra de ello es la crisis sistémica que estamos viviendo en la actualidad. Bajo el enfoque sistémico del pensamiento complejo, en este artículo se analiza cómo la introducción de monedas complementarias al sistema monetario ayuda a fomentar precisamente la evolución del mismo, contribuyendo también con ello a la evolución del propio sistema planetario, tanto a nivel social como económico y ambiental.
Desde la década de 1980 proliferan alrededor del mundo las iniciativas socioeconómicas regidas por lógicas distintas a la acumulación, el máximo beneficio y el consumismo, propias de la economía capitalista. Estas nuevas iniciativas aparecen en todo el ciclo económico: la gestión de los recursos, la producción, la comercialización, el consumo, el sistema financiero, la distribución del excedente y la circulación monetaria. Una de las formas más extendidas para denominarlas es economía social y solidaria, y en el futuro pueden devenir una alternativa a la economía dominante.
La exclusión financiera, a la vez que produce mayor exclusión social y pobreza, está contribuyendo a la aparición de nuevas formas organizativas en finanzas, bancarias y no bancarias, basadas en la ética y la solidaridad, que favorecen la inclusión entre los colectivos más marginados. La banca ética y los bancos de proximidad, entre los que se incluyen las cooperativas de crédito, ofrecen una alternativa a la banca convencional y cada vez tienen mayor acogida. Por otra parte, la propia sociedad civil está liderando un movimiento que ha propuesto nuevas iniciativas de finanzas éticas y solidarias no bancarias, como las cooperativas de servicios financieros, las cooperativas integrales, las finanzas colaborativas, las comunidades autofinanciadas, los bancos de tiempo, las monedas sociales y los bancos comunitarios de desarrollo, entre otras. El presente trabajo analiza los principales aspectos derivados de estos procesos de cambio a nivel mundial y destaca los posibles riesgos que puede tener el uso de estos instrumentos de financiación por parte de las grandes corporaciones financieras y no financieras a través de las nuevas aplicaciones informáticas en las finanzas, o fintech. Las finanzas éticas y solidarias se han convertido en un instrumento apropiado para la inclusión, pero no dejan de existir ciertos riesgos que habrá que tener en cuenta.
En la medida en que siempre han habido problemas sociales a los que dar respuesta y soluciones, ha existido emprendimiento social. En los últimos años se han desarrollado nuevas formas empresariales que ofrecen una respuesta a retos sociales y medioambientales que combinan aspectos de las entidades no lucrativas con otros de las empresas lucrativas. Por un lado, en este artículo definimos el emprendimiento social, en el sentido de que tiene unas características y unas necesidades específicas y diferenciadas del emprendimiento convencional. Ello ha permitido el desarrollo de un mercado de financiación específico que intenta dar una respuesta adecuada a las distintas tipologías de entidades que operan en este campo. Y por el otro, presentamos los modelos de financiación para iniciativas sociales y en qué casos y situaciones son más adecuados unos que otros.
Todas las formas de organización social que han existido lo largo de la historia de la humanidad han satisfecho las necesidades de sus integrantes de diferente manera. Es decir, han dado respuesta a las tres cuestiones esenciales que se plantea la ciencia económica: «¿qué producir?», «¿cómo producir?» y «¿para quién producir?». Pero el único rasgo que han compartido todas ellas es que la unidad básica de producción de los bienes y servicios es la empresa. Por tanto, la manera en que se toman las decisiones dentro de las empresas, el juego de poder que determina qué intereses se priorizan en cada momento, resulta clave para entender cómo se da respuesta a estas tres cuestiones antes mencionadas. Cuando se plantea la necesidad de un cambio hacia una economía que ponga las personas en primer lugar, lo que nos tendríamos que plantear es si hay otra manera de hacer empresa. Con ese objetivo, en este artículo se hace una revisión de las formas empresariales llamadas «críticas», que se basan en el cuestionamiento del principio capitalista según el cual el principal objetivo de las empresas tiene que ser generar cuánto más dinero mejor. Revisaremos y compararemos qué son y cómo surgen estas formas empresariales críticas: desde las cooperativas, pasando por las sociedades laborales, las B Corp y la economía del bien común.
En las últimas décadas han surgido experiencias de monedas sociales y complementarias (MSC), medios de intercambio distintos del dinero de curso legal, con el fin de impulsar transacciones dentro del mercado. Su uso se justifica desde el punto de vista de la propia definición del dinero como acuerdo o ley dentro de una comunidad. Las MSC se clasifican en seis categorías distintas: las respaldadas con monedas oficiales (que optimizan la circulación de la moneda oficial al retenerla); las respaldadas con otros bienes y/o servicios (que inyectan liquidez en la comunidad); las emitidas por la autoridad pública (que circulan ampliamente por ser válidas en el pago de impuestos); las de confianza mutua (cuyos socios tienen saldos positivos o negativos, como derecho a pedir el valor equivalente de bienes o servicios, o como obligación a ofrecerlo); las emitidas como crédito bancario (que tienen efectos contracíclicos y permiten actividades económicas estables), y las FIAT (que nacen sin ningún respaldo y necesitan ser gestionadas cautelosamente para evitar acumulaciones que lleven a la hiperinflación). Es necesario estudiar las ventajas y desventajas de cada modelo antes de elegir el más apropiado.